Buen viaje, Don Mario

Esa espera interminable, un soplo en agonía. Por un soplo de Dios venimos a este mundo y de la misma forma nos vamos. El último suspiro, la línea delgada y efímera que divide la tierra del cielo. La línea en suspenso. Sigue esperando y no pasa nada, mientras pasa todo. ¿Qué sigue en la vida después de la muerte? La muerte de un padre, de un tío, un hermano, un hijo. Qué sigue después de alzar los brazos y entregarle a Dios a ese ser amado en la tierra, al guerrero que luchó hasta el último segundo y por ello ha alcanzado la gracia mayor, le han vestido de blanco, su color favorito, sus zapatos de charol y su fresca loción. Le han lavado los pies, el cuerpo y el alma. Está listo para postrarse ante Dios y degustar el banquete del cielo. Abran las puertas, corre Don Genaro a recibirlo, corre Emilia y lo abraza con júbilo. ¡Bienvenido Mario, has llegando hasta nuestro Padre Celestial! Que suenen las trompetas y que sirvan la mesa. Hay júbilo, hay fiesta, no hay llanto ni dolor. Nadie cubrirá su hueco aquí en la tierra, pero está la promesa de volvernos a encontrar.

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